Los asesores financieros son voraces: con el dólar volando te sugieren comprar todo lo que haya en stock. Nadie sabe, a ciencia cierta, qué pasará después del domingo de elecciones. Si gana el oficialismo, al día siguiente, el ministro de Economía Axel Kicillof se tentará en tomar medidas que tiendan a reducir la fuga interna de divisas. Sin dólares en plaza, los agentes económicos se pondrán mucho más nerviosos de lo que están hoy con un “blue” que ha superado la barrera psicológica de los $ 16 por unidad. Es el costo de la incertidumbre.
Nada es garantía. En 2011, cuando Cristina Fernández de Kirchner obtuvo la reelección como presidenta de la Nación, el Gobierno no escatimó en detalles para endurecer las restricciones para el acceso al dólar. La consecuencia fue el cepo cambiario, el mismo que la propia Casa Rosada niega hasta ahora. Entonces, la especulación reinará en la Argentina, como cada vez que se abre un proceso electoral. La antesala de esta oportunidad es que estamos frente a la devaluación más anunciada de la historia; y la más negada si se toman en cuenta las microdepreciaciones que viene realizando el Gobierno en el tipo de cambio oficial.
A la actual gestión no le queda demasiado margen de acción económica. Hasta ahora, ha podido desacelerar la inflación -respecto de la existente el año anterior-, pero no la emisión monetaria que sigue en niveles escandalosos. Y esta es una tendencia peligrosa, teniendo en cuenta que los recursos que la respalda -las reservas internacionales del Banco Central- están en franco descenso. En este aspecto, el oficialismo apuntó a impresión de billetes casi conmemorativos y a chicanas políticas cuando la oposición le solicita que ordene la emisión de moneda de más elevada denominación. El de $ 100 (tenga la cara de Julio Argentino Roca o la de María Eva Duarte de Perón) no alcanza siquiera para cubrir los gastos diarios de una familia tipo. La próxima gestión seguramente apelará a emitir billetes de $ 200 y de hasta $ 500 porque el sistema bancario se lo demanda por razones operativas.
Hace algunos días, el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf) advirtió que se emiten cada vez más pesos sin respaldo para financiar al sector público y, a la vez, se usan reservas para varios fines, entre otros para pagar servicios de la deuda. “En consecuencia, cada vez hay más pesos por cada dólar de reserva (suba del tipo de cambio de convertibilidad), lo que acrecienta la expectativa de devaluación del peso, aumenta la demanda de dólar ahorro y presiona sobre el dólar paralelo y sobre todos los bienes que son hoy sustitutos del dólar como el turismo”, remarcó el instituto dirigido por el economista Nadin Argañaraz. Esto , explica, actúa negativamente sobre el saldo de cuenta corriente, retroalimentando el problema de flujo de dólares genuinos.
Mientras tanto, sigue la timba financiera, esa que curiosamente, paradójicamente o lógicamente, no está sujeta a gravámenes en el país. Con ese panorama, surgen las estrategias propias del “inversor” argentino:
• El que tiene dólares, preferentemente decide guardarlos hasta que aclare el panorama. Siempre en el futuro, la divisa puede garantizarle cierta rentabilidad, además de un reaseguro a su capital. Claro que esto será posible si la necesidad no se le cruza en el camino.
• El que especula siempre, tiende a comprar dólares en el mercado informal. En el fondo, está convencido de que será capaz de ponerle el precio cuando desee, porque en economía siempre alguien paga los costos. Y no es él, que -usualmente- tiene la espalda financiera suficiente como para hacer frente a los cambios de ciclos económicos en el país.
• Como una manera de cubrirse frente a tanta incertidumbre financiera y fluctuaciones en una de las monedas más usadas en el mercado, las empresas suelen comprar insumos dolarizados. Total, en algún momento serán necesarios y por eso se stockea.
• Está también el que sigue el rally de los bonos. Es algo más sofisticado y hasta riesgoso, pero no desechable. Hay inversores que miran los paneles (físico y on line) para saber cómo se proyectan algunas acciones o títulos públicos. Entonces compran; luego, rompen posiciones; y vuelven a comprar.
• Los que no tienen posibilidad de invertir, es decir, los que andan de a pie, también adoptan conductas de cobertura. La estrategia que más sigue esta franja de actores económicos es la compra en cuotas y en pesos. Así no sólo buscan ganarle a la incertidumbre, sino también a la inflación.
• Empiria Consultores le agrega otra situación respecto del comportamiento del dólar: una fuerte demanda potencial de futuros, que se transforma en efectiva y creciente en la medida que el Banco Central insiste en “manejar” los precios en niveles muy por debajo de las expectativas devaluatorias. Ello implica obviamente tanto que exista una abundante demanda, como que la contraparte “final” de las posiciones abiertas termine estando concentrada por el BCRA (ya que a esos precios bajos escasean los vendedores), indica la consultora.
Los candidatos presidenciables siguen bailando al ritmo del dólar, aunque algunos han perdido del ritmo y otros lo han disminuido. Eliminar el cepo rápidamente no es posible, señalan los asesores económicos de las distintas vertientes políticas en pugna.
La Argentina, mientras tanto, se encamina hacia dos posibles escenarios:
• Un ajuste turbulento, pero sin caos económico. Esto quiere decir un programa progresivo para corregir el tipo de cambio, la inflación y las trabas a las importaciones, entre otras medidas, que no impliquen pérdida de empleos ni caída resonante del poder adquisitivo de la sociedad.
• Un ajuste caótico y luego la economía argentina sale en “V”, es decir, una caída brusca, con una rápida recuperación que, según los analistas, puede demandar al menos un semestre hasta que lleguen los flujos de capitales de inversores.
De una u otra manera, el pueblo argentino será el que padecerá las consecuencias de los errores pasados.